14 de dezembro de 2017

Carta a un leñador para leer más tarde

Te echo de menos. Aunque sé que no te lo puedo decir. 
Me has conquistado con la simplicidad de tu voz y tu risa, bromas con roce maldoso y intentos de imitar las pronunciaciones de otros países. Pero no te lo puedo decir...
Me has impactado con tu mirada, eses ojos marrón claro que de azul nada tienen pero que miran con profundidad y traspasan un alma verdadero. Tú toque subtil pero presente. Esa cercanía inmediata que no me dejó incómoda. El beso robado en medio de la calle...
Me conquistaste al ser honesto y decir que no te puedo llamar pesado. No lo eres. 
Tengo la sensación que podríamos ser felices los dos... pero hablo demasiado. Hay que conocerme para que te puedas entrañar de mi. No ha habido oportunidad... 
Sigo sintiendo que en esta vida, tan corta, debería tener una oportunidad con mi leñador, que posa haciendo morritos para sus selfies más cañeras y escucha rap español. 
Si pudiera te diría todo esto. Me conozco demasiado y me gustaría que me conocieras de igual manera.  
Soy una chica sencilla en busca de alguien especial, igualmente sencillo y que me haga reír, me haga feliz... nada más. Complicamos el simple, pensamos donde hay que sentir y bloqueamos lo que pensamos que no tiene sentido. Esto para no sufrir. Pero para amar hay que sufrir. Para ser feliz hay que pasar un par de pruebas. Para tener alegría hay que llorar antes. Hay que estar libre de prejuicios y dejar la que la cosa fluía.
Me gustaría poder decirte todo esto. Que sigo pensando en ti a diario, que te sigo esperando y que anseio la oportunidad de verte otra vez en Enero. Pero no lo diré. 


P.D. No me importa que te guste la música fea.